Busca lo que quieras desde este blog

viernes, 8 de octubre de 2010

HISTORIA: En el vestuario

Esto sucedio cuando era adolescente, era verano… el calor apretaba de lo lindo, y en aquella época, teníamos recién abiertas las nuevas piscinas cubiertas. Aquel día habíamos quedado toda la cuadrilla en las instalaciones. Yo iba acompañado de un nuevo amigo que había venido hacía poco de Madrid. Su padre era de RENFE, y cambiaban de casa bastante a menudo. El sol pegaba de justicia, y la tierra por donde íbamos, hacía todavía más duro el camino. No recuerdo bien la conversación, pero en un momento dado, Alfonso, que así se llamaba el amigo, me dijo que había cogido una revista porno de la habitación de su padre, para verlos en los vestuarios. El resto del camino se me hizo largísimo. Sería la primera vez que pudiese contemplar una revista de ese estilo. En aquella época no se vendían en todos los quioscos, y por supuesto, a nuestra edad no teníamos acceso a las pocas que se podían conseguir.
Cuando llegamos a la piscina, los demás no habían llegado aún, así que nos metimos en dos vestuarios contiguos. Las puertas quedaban bloqueadas al bajar los bancos móviles, logrando cierta intimidad. Al poco tiempo de haber entrado, y cuando ya tenía el bañador puesto, Alfonso pasó a mi vestuario por los bajos de las paredes que los separaban. Traía puesto el bañador, y la revista y una bolsa en la mano. Nos sentamos, y Alfonso puso la revista en medio de los dos. Aún recuerdo el tema de la historia que venía fotografiada. Se trataba de un vendedor de consoladores, que iba a ofrecer sus productos a dos mujeres. Estas le recibían en atuendos muy sexys, y se empeñaban en probar los productos. El vendedor acababa haciendo el amor con una de ellas, mientras la otra se colocaba un consolador con arnés, y le penetraba al vendedor sin previo aviso.
Al principio el vendedor protestaba, pero al final los tres follaban juntos. Aquellas imágenes, y los textos que las acompañaban, hicieron que nuestros penes se pusieran tiesos como nunca. Recuerdo que me dolían los testículos del calentón que iba cogiendo a medida que las páginas pasaban ante mis ojos. En un momento dado, Alfonso me dijo que sujetase yo la revista. Cuando la cogí, puso una mano sobre mi paquete. Di un respingo ante la sorpresa de la maniobra. Le miré de reojo, pero su mirada estaba fija en la revista, como si la cosa fuese lo más natural del mundo. No sé por qué, pero no le dije nada, y le dejé hacer. Siguió moviendo su mano a lo largo de mi pene, agarrándolo por encima del bañador. En algún momento cerré los ojos para gozar del placer que estaba sintiendo. Reconozco que me resultaba vergonzosa la situación, pero también he de reconocer que estaba sintiendo sensaciones desconocidas para mí hasta entonces.
Alfonso hacía comentarios sobre las escenas que veíamos en la revista, pero yo no conseguía responderle. Se dio cuenta de que estaba disfrutando de lo lindo, y ya sin reparo alguno, comenzó a hacer comentarios sobre mi pene, y la erección que tenía. Dejó de mirar la revista, y mirándome a los ojos, metió su mano dentro del bañador. Mi pene cogió una tensión desconocida para mí, a pesar de haberme masturbado en más de una ocasión.
- ¿Lo has hecho alguna vez?
No articulé palabra alguna. Solo pude negarlo con un movimiento de la cabeza. Agarró fuerte, y procedió a masturbarme.
- Para por favor, esto no está bien.
Alfonso no hizo caso, y siguió masturbándome. Yo por mi parte, no pude hacer más que abrir más mis piernas, para que me pudiese acariciar bien mi pene. Esto animó más a Alfonso, que ya sin reparo alguno sacó mi pene fuera del traje de baño, masturbándome lentamente, en toda su longitud. Cerré los ojos y me apoyé en la fría pared. Alfonso acarició mi cuerpo con su mano libre. Sus labios tampoco estaban quietos, y besaban mi pecho hasta subir a mis labios. Cuando iba a besarme, retiré la cara y puse mis manos dispuesto a retirarle.
- Tranquilo, nada de besos. Relájate y verás como disfrutas. De nuevo le iba a decir que parase, pero volvió a menear su mano sobre mi pene. Mi pudor se desvanecía a medida que el placer y el morbo se abrían camino.
Dejé la revista en el suelo, y con los ojos cerrados me dediqué a disfrutar de la inesperada experiencia que estaba viviendo. En esas estaba, cuando noté como sus labios se posaban en mi pene, y se lo metía en la boca. Abrí los ojos, para ver tan exquisita maniobra. Ya no tenía fuerzas para decirle que parase, me estaba transportando al séptimo cielo. Vi como su cabeza ascendía y descendía a lo largo de mi miembro. A la vez me tocaba los testículos, haciendo que mi semen estuviese a punto de salir a su boca. Seguramente notó que me iba a correr, porque dejó de chupármela, procediendo a acariciar el resto de mi cuerpo. Volvió a intentar besarme, pero de nuevo me negué.
En su rostro vi la decepción y un poco de rabia, pero no dijo nada, solo me agarró haciéndome levantar y apoyarme de bruces contra la pared. No sabía que es lo que iba a hacer, hasta que poniéndose detrás de mí, puso su pene a la entrada de mi ano. Me sujetó con cierta dureza, para que no me moviese o intentara volverme. Me pareció estar siendo violado, aunque no hice nada para evitarlo. Sentía inquietud en sentir su pene entrando en mi ano, y a la vez la excitación se apoderaba de mi cuerpo. Intentó varias veces penetrarme, pero le resultaba imposible, así que me giró, y poniendo sus manos en mis hombros hizo que me pusiese de rodillas delante de él. Hasta entonces no me había percatado del escaso tamaño de su pene. A pesar de tener casi dos años más que yo, tenía un pene realmente pequeño.
- Vamos, chúpamelo. Me dijo a la vez que sus manos me empujaban firmemente la cabeza hasta que tomé contacto con su pubis.
Abrí la boca y me metí su miembro en la boca. No me supuso ningún esfuerzo metérmelo por completo. Parecía que estaba chupando un caramelo. Me lo pasaba de un lado a otro de la boca. Su textura era muy suave, sin ningún tipo de relieve. Comenzó a menearse en el interior de mi boca, como si me estuviese follando. Agarró mis manos y me las colocó en sus glúteos, para posteriormente ponerlas muy cerca de su ano, me hizo claros gestos para que le amasase esa zona. Así lo hice, y pronto comenzó a gemir. Así me tuvo un buen rato, hasta que permitió que retirase mi boca.
Volvió a colocarme contra la pared, y otra vez intentó penetrarme. A mí me parecía que la tenía muy pequeña para ello, pero lo seguía intentando. Alguna vez lograba que se introdujese un poco, produciendo cierta tensión en mi ano, pero no lograba que estuviese dentro mucho tiempo. Yo notaba que se estaba poniendo muy nervioso. Hizo que me inclinase hacia delante, y así sí que pudo penetrarme un poco más. La verdad es que no me dolió. Solo una pequeña tensión, que se pasó con los primeros movimientos.
Para evitar que su pene se saliese de mi interior, colocó sus manos en mis nalgas, apretándolas. Así comenzó a follarme, diciendo todo tipo de palabras subidas de tono. De vez en cuando ponía sus manos en mis pechos, para apretarlos hasta hacerme daño. Me cogía del pelo, me daba palmadas en mis nalgas... todo valía con tal de descargar la tensión sexual que tenía.
No sabía cuanto tiempo me tendría así, y me preguntaba con cuantos lo habría hecho antes.
Siguió culeándome, agarrando de vez en cuando mi pene y procediendo a masturbarlo hasta que pareció que su cuerpo quedaba atascado. Entonces noté como su semen se introducía en mi ano, para posteriormente bajar por mis piernas. A pesar de que su pene era de un tamaño bastante reducido, la cantidad de semen fue tremenda. Cuando terminó su orgasmo, se apoyó en mi espalda, haciendo que su pene se saliese de mi interior.
Al incorporarme, noté como el semen descendía por mis piernas, lo que provocó la sonrisa de Alfonso.
Cuando su respiración se normalizó, se agachó de nuevo hasta mi pene, y comenzó a lamerlo en toda su longitud. Esta vez fui yo quien se movió en su boca, hasta provocar alguna que otra arcada. Lamía también mis testículos, subiendo su lengua hasta mi ombligo. Cuando miraba sus movimientos, no podía creer lo que estaba haciendo. Estaba follando con un tío, y sin embargo no me sentía homosexual. Me seguían gustando las mujeres, pero el placer que estaba sintiendo en esta relación, era realmente grande. Dejó de lamerme, y apoyándose en el banco, se inclinó hacia delante, mostrándome su ano e incitándome a que le penetrase. No me lo pensé dos veces. Tenía los testículos que me dolían de lo caliente que estaba. Puse mi pene a la entrada de su ano, y comencé a apretar. Dio un respingo por el dolor que sintió. Me quedé quieto un momento, y seguí con la penetración, pero el dolor continuaba, así que volviéndose sacó de la bolsa de baño un bote de gel, que procedió a extenderme en mi pene. Cuando lo cubrió bien, se volvió a colocar en la postura anterior. Se dio un poco de gel en su ano, y me conminó a penetrarle. Lo volví a intentar, pero el dolor que sentía, le hizo desistir de la penetración. Se volvió hacia mí, y comprobó por mi respiración agitada, que estaba a punto de correrme. Saco de la bolsa de baño una toalla y procedió a limpiarme el pene, para después proceder a lamerme el miembro. Movió la cabeza con movimientos rápidos, mientras sus manos acariciaban mi ano y mis testículos.
El placer se estaba haciendo insoportable, y el orgasmo no tardó en llegar. No me dio tiempo de avisar a Alfonso, que prácticamente no tuvo tiempo de retirarse, con lo que algunas gotas fueron a su boca. El resto fue a parar a su pecho. Me quedé sorprendido de la cantidad que salió. Nunca había visto tanto semen de mi pene, ni había tenido un orgasmo tan largo. Cuando terminé de correrme, Alfonso procedió a limpiarme y limpiarse con una toalla. Acarició mi pene sonriendo.
- Ha estado muy bien.
- Ya lo creo.
Alfonso recogió su bolsa, su bañador y la famosa revista, y colándose por debajo de la pared, volvió a su vestuario. Gracias a Dios nadie llamó a las puertas para ver que es lo que pasaba con la tardanza.
Me senté, y acaricié mi pene pensando en la vivencia que había tenido. Este volvió a coger tamaño, y tuve que volver a masturbarme para que mi miembro volviese a relajarse. Durante la paja, cerré los ojos y volví a repasar las imágenes de la follada con Alfonso. Cuando me corrí, me limpié con la toalla, y colocándome el bañador salí a la piscina para encontrarme con Alfonso.
Alguna que otra vez, este volvió a intentar hacer lo mismo, pero aunque la experiencia fue muy placentera, nunca más he tenido una experiencia así, aunque alguna vez en alguna fantasía, me veo haciendo el amor con mi mujer, y otro hombre me penetra, quizás viendo la imagen de aquel vendedor de vibradores de la revista. Solo es una fantasía.

No hay comentarios: