Busca lo que quieras desde este blog

lunes, 16 de mayo de 2011

HISTORIAS: SECRETOS

Entramos riéndonos después de la última patrulla. Últimamente era con Pablo con quien mejor me llevaba del grupo, y en realidad me encantaba pasar el tiempo junto a él. Todo eran bromas y buen humor, nunca se mostraba arisco ni temperamental, así que nuestra amistad había crecido enormemente desde que él se había integrado. Ahora ya no pasábamos casi ninguna tarde solos, siempre teníamos la compañía del otro.
Ahora nos reíamos a carcajadas de la broma que le habíamos gastado a Peter, quitando la poca ropa que quedaba en su armario y escondiéndola en la nevera. Era infantil, lo sé, pero ayudaba a pasar el rato. Entramos a mi casa y saludé levantando la voz a mi padre, pero no tuve respuesta. Primero entró Pablo, y apenas terminé de cerrar la puerta volteé a decirle algo y noté que me miraba de una forma muy extraña. Ya no reía, pero la sonrisa permanecía en su rostro.
- ¿Qué sucede? –pregunté poniéndome un poco más serio, estaba a punto de hablar de nuevo cuando se quedó callado por un momento demasiado largo, pero me quedé helado cuando de repente sus labios se estamparon con los míos sin previo aviso. Sólo los rozó con fuerza, reclamando una respuesta que los míos no les daban. Cuando logré reaccionar puse mi mano en su cuello para alejarlo, haciendo que se pegara al marco de la puerta de la sala, que estaba sólo a un paso de distancia. Me miró con los ojos abiertos como platos mientras la cabeza me daba vueltas.
No podía entender lo que me sucedía. Nunca se me había cruzado por la mente algo así, pero si no lo quería, entonces ¿por qué mi cuerpo reaccionaba de esta forma? Aún lo mantenía agarrado firmemente del cuello cuando llevé mi mano libre hacia atrás para cerrar la puerta con llave. Me miró sorprendido sin decir ni una palabra. Podía notar la pequeña nota de miedo en sus ojos, pero no estaba lo suficientemente cuerdo para prestarle atención. Por alguna razón, todo en lo que podía pensar era en el calor de la piel de su cuello bajo mi mano.
Aflojé mi agarre lentamente y moví mis dedos hasta su mejilla, tomando su rostro por un lado. Cuando ya no fui capaz de contenerme, llevé mis labios a los suyos con tanta urgencia como él lo había hecho antes, necesitaba probarlo de nuevo. Su sabor en mi boca se sentía como fuego, y no podía esperar a quemarme. Tardó unos segundos en reaccionar, supuse que por la sorpresa, pero cuando finalmente me devolvió el beso, se sintió increíblemento, correcto. El chico besaba de las mil maravillas, moviendo sus labios y su lengua contra los míos como nunca nadie lo había hecho-
Llevábamos sólo la ropa con la que salíamos a correr, unos pantalones que nos llegaban hasta las pantorrillas, así que el torso de ambos estaba al descubierto. Bajé mi mano por su pecho y sentí su corazón golpeando contra mis dedos como si intentara salirse de su cuerpo. En realidad el mío se sentía igual. Me alejé de sus labios, muy a mi pesar, y tragué en seco intentando no volver a ellos.
- ¿Papá? –grité con la voz más ronca de lo que pretendía, más alto de lo necesario para que pudiera escucharme desde cualquier habitación-. ¿Estás en casa? –pregunté rezando porque no hubiera respuesta. Pablo apretó los ojos un segundo y tras no escuchar nada, soltó el aire que guardaba en su pecho y volvió a besarme. Gruñí contra su boca y apreté mi cuerpo al suyo mientras mis manos recorrían su abdomen. Lo aprisione contra la pared sin poder evitarlo, sintiendo sus marcados músculos chocando con mi pecho. Era increíble lo mucho que había crecido el chico en estos últimos años. No alcanzaba mi tamaño, pero ciertamente estaba bien formado.
Dios, ¿qué estaba pensando? Él era todavía un adolescente. Tenía que pensar claramente. Aunque pareciera imposible hacerlo con la forma en la que me sentía.
Y es que una pequeña y molesta parte de mi cerebro seguía funcionando a pesar de todo. A pesar de su perfume embriagador y de sus manos recorriéndome como si no hubiera un mañana. Tenía que concentrarme. No podía hacer algo así con el chico. No era justo aprovecharme de él de esa forma. Apenas había cumplido los 18 años. Tragué en seco y di un paso atrás en contra de mi propia voluntad, pero no permitió que me alejara de su cuerpo más de diez centímetros, solo se movió conmigo y usó el espacio entre nosotros para deslizar sus manos por mi estómago y desabrochar mis pantalones rápidamente.
No podía creer lo que hacía, pero mis manos volaron hasta los suyos haciendo lo mismo. No podía evitarlo. El deseo era mucho más fuerte que yo, y eso lo demostraba la erección que liberó cuando bajó un poco mis pantalones, sólo lo justo para que la tela pudiera dejar de torturarme aprisionándome. No recordaba haber estado tan excitado en toda mi vida. La ansiedad por algún tipo de liberación casi me provocaba dolor. Quité sus pantalones prácticamente haciéndolos pedazos y volví a besarlo lo más rápido que pude. Su mano no dudó un tomar mi miembro firmemente y moverse de arriba a abajo mientras yo lo seguía besando, apretándolo de nuevo contra de la pared. Gemí en su boca y lo sentí sonreír contra la mía.
Pasé mis manos por sus hombros y lo atraje más hacia mí mientras caminaba de espaldas hasta toparme con el sofá. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, ni de cómo hacerlo, sólo sabía que quería seguir sintiendo su piel contra la mía, sus labios quemándome el cuerpo y sus manos recorriéndome lentamente, haciendo que no pudiera dejar de gruñir contra sus labios.
Cuando me topé con el sillón, me senté lentamente, y sin despegarse de mi boca, Pablo se sentó a horcajadas sobre mis piernas. No podía creer lo bien que se sentía que me tocara de esa forma. Su mano se deslizaba por mi miembro al mismo tiempo que su lengua se mezclaba con la mía, y la presión de sus dedos era exactamente la que me hacía dar vueltas la cabeza. A este peso no aguantaría ni dos segundos en venirme. Ya sentía la piel tirante y los pies en las nubes, así que pensé que tendría que avisarle.
- No aguantaré mucho –le advertí con la voz entrecortada, pero solo siguió besándome, bajando por mi cuello para poder hablar contra mi piel.
- No me importa –susurró-. Solo quiero que lo disfrutes –y siguió bajando por mi pecho lentamente sin quitar su mano de mi pene duro y ansioso por cualquier cosa que quisiera hacerle. Levanté las caderas automáticamente cuando sentí su aliento sobre la piel tirante y deseosa, y luego solté un gruñido cuando sus labios me atraparon. Su boca era cálida, y su lengua áspera se sentía de maravilla contra mi piel. Eso acompañado al movimiento constante de su mano en la base, me estaban volviendo completamente loco. Una de mis manos se aferró a la frazada que estaba en el respaldo de sofá, prácticamente despedazándola, y la otra voló a la nuca se Pablo, dirigiendo el ritmo con el que me hundía en su boca y presionándolo contra mi cuerpo para lograr entrar más en su garganta.
No tardé ni dos minutos en comenzar a sentir que me correría. Así que quité mi mano e intenté hablar a través de los dientes apretados y el pacer que me estaba desordenando las ideas.
- Pablo… -murmuré. Levantó la mirada a mis ojos, indicándome que me escuchaba. Tuve que apretar la frazada con más fuerza para no venirme cuando sus ojos me encontraron-. Me corro… -solté como pude, tenía que advertirle por lo menos para que quitara la cara. Pero no lo hizo. Solo siguió mirándome a los ojos mientras succionaba con mucha más fuerza, haciendo que comenzara correrme casi instantáneamente, viendo las estrellas. Definitivamente sabía lo que le gustaba a un hombre. Tragó todo lo que pudo sin que se lo pidiera y luego lamió de mi piel los restos que se escaparon de su boca.
Me mordí el labio y me deslicé por el sofá, sorprendido de que mis músculos aún funcionaran correctamente. Quedé sentado en el piso a un lado de él cuando volví a besarlo en la boca. Sentí mi propio sabor en sus labios, y aunque pensé que me disgustaría, fue todo lo contrario, solo era la prueba de lo que me había hecho sentir. Él permanecía arrodillado frente a mí, con uno de sus brazos apoyado en el sillón y el otro rodeándome el cuerpo, su mano deslizándose por el costado de mi torso. Llevé mis manos a su pecho y fui bajando lentamente por su abdomen hasta sentirlo entre mis dedos.
- No sé qué hacer –confesé susurrando un poco avergonzado en su oído, luego de morder el lóbulo de su oreja. Gimió cuando quité mis manos de su miembro y las llevé a su trasero.
- Puedes hacer lo que quieras –aseguró con la respiración entrecortada. Sonreí y me incorporé un poco para poder llegar a lo que quería. Primero llevé mis dedos a su boca y los introduje para que los lamiera. Los chupó como si se tratara de un pene, lo que hizo que se me volviera a endurecer mientras lo veía. Cuando estuvieron bien húmedos, los pasé por sus labios suavemente, y luego los llevé hasta su trasero. Quería sentirlo, quería tenerlo.
Primero frote con las yemas de los dedos alrededor, buscando el lugar exacto en el que debía moverme. Gimió y cerró los ojos cuando hice presión en su apretado agujerito, primero con un solo dedo, haciendo que entrara lentamente en su cuerpo. Estaba tan apretado que sonreí sin poder evitarlo, no solo era todo mío, sino que era solo mío.
- Relájate… -susurré en su oído, pero no noté ningún cambio. Así que llevé mi otra mano a su pene, que se veía tan tenso que pensé que explotaría de un momento a otro. Al sentirme, primero se apretó a mí alrededor, y luego, a medida que se acostumbraba al contacto, se fue relajando poco a poco, dejándome entrar cada vez más profundamente.
Me quedé quieto un momento cuando no pude presionar más, y luego quité mi dedo con suavidad, hasta casi sacarlo por completo.
Ahora hice presión con otro más, y lo vi cerrar los ojos cuando logré meter mis dos gruesos dedos en su carne. Gimió algo que en realidad sonó como un quejido, pero no podía concentrarme en preguntarle si estaba bien. Me gustaba demasiado la idea de tenerlo así, a mi merced, a mi alrededor. Así que seguí hundiendo mis dedos lentamente hasta que ya no tuve más opción que detenerme y esperarlo.
- Dime dónde –susurré en su oído, y luego curvé mis dedos un poco, buscando. Sentí como se tensaba cuando encontré su próstata, que se sentía hinchada bajo las yemas de mis dedos.
- ¡Ahí! –gimió con fuerza y apretó los ojos mientras yo quitaba mis dedos despacio hasta casi quitarlos de su cuerpo. Se hizo para atrás, presionándose contra mí mano-. Otra vez… -suplicó. Hice lo que me pedía y volví a rozar su punto, ahora con un poco más de confianza. En lugar de salir de nuevo, sólo me quedé alternando la presión con la que lo tocaba, adorando la forma en la que apretaba los ojos y gemía mi nombre intentando controlarse y hacerlo por lo bajo. Llevé mi boca a su cuello para besar su piel mientras mi mano comenzaba a moverse de nuevo por la piel de su miembro, que se mantenía rígido en mi mano.
- Vente para mí –susurré en su oído al tiempo que presionaba con más fuerza, tanto con mi mano alrededor de su miembro como con mis dedos dentro de su cuerpo. Comenzó a correrse inmediatamente después de mis palabras, moviéndose contra mi mano como si se tratara de una persona, pero no detuve el masaje a su punto en ningún momento. Lo miré mientras llegaba, memorizando su rostro contraído por el placer como una de las cosas más excitantes que había visto en toda mi vida. Cuando el orgasmo terminó, su recto latió alrededor de mis dedos y los fui quitando lentamente, notando como su cuerpo se había relajado.
Lo besé en los labios de nuevo cuando volteó su rostro hacia mí, y moví mi mano dudosa de nuevo por su pene, que ya iba bajando de volumen después de correrse. Me sentía de nuevo listo para lo que fuera, y no podía evitar pensar en sólo una cosa. Me incorporé sin dejar de besarlo, arrodillándome frente a él y tocando cada parte de su cuerpo que estuviera a mi alcance. Paseó sus manos por mi cuerpo y gimió contra mis labios cuando notó mi nueva erección, que esperaba algo más que su boca.
- ¿Puedo…? –murmuré alejándome un par de centímetros, pero no siendo capaz de terminar la frase antes de volver a sus labios.
- Puedes hacer lo que quieras –repitió. Sonreí y me puse de pie lo más rápido que pude, caminando directamente al gabinete del aparador. Me miró mientras tomaba la primera crema que encontraba y volvía a su lado lo más apresurado posible. La quitó de mi mano en cuanto estuve a su alcance y se encargó de abrir el pomo y estrujarlo sobre sus dedos. Me arrodillé de nuevo a su lado una vez más y me miró a los ojos mientras pasaba sus dedos lentamente por toda mi erección, desde la punta hasta la base, haciendo que un gruñido ronco saliera de mi pecho.
Llevé mis manos a su nuca y atraje su boca a la mía, queriendo sentirlo en mis labios antes de sentirme en su cuerpo. Mi lengua jugó con la suya, reclamando más y más espacio de su boca a medida que el calor aumentaba.
- ¿Estás seguro? –murmuré contra sus labios cuando comencé a sentirme demasiado ansioso como para esperar un segundo más. Asintió con la cabeza, así que con las manos, que aún mantenía aferradas a su nuca, lo obligué a que se inclinara hacia delante mientras me movía desde su costado hasta su trasero. Paseé mis manos por su espalda desde sus hombros hasta su trasero y separé sus redondas y firmes nalgas cuando me estorbaron.
Al igual que con mis dedos, me posicioné en su orificio e hice un poco de presión. La crema causó que lograra entrar mi cabeza a pesar de la evidente falta de espacio. Soltó un gemido que me hizo pensar que le dolía, así que me detuve un segundo y tomé el pomo de crema para embadurnar un poco más en mi piel antes de seguir entrando.
Cuando lo hice, arrojé el tubo a un lado y me aferré de sus hombros para darme más impulso y lograr entrar más profundamente. Del centro de su pecho soltó un quejido gutural que me volvió completamente loco, pero sus labios no se despegaron en ningún momento, reprimiendo cualquier clase de queja. Desde mi posición podía ver el costado de su rostro, con las facciones contraídas y las mejillas coloradas. Se veía tan masculino y tan vulnerable a la vez, que no pude evitar hundirme un poco más en él. Vi como su puño apretaba el cojín del sillón con mucha fuerza, y me preocupé un poco por él. Así que pegué mi pecho a su espalda para que mi boca quedara en su oído.
- ¿Estas bien? –pregunté casi sin aire, apenas conteniéndome de cogérmelo con toda mi fuerza hasta que me suplicara que me detuviera. Asintió con la cabeza y pasé mis manos por la parte delantera de su cuerpo, tocando su pecho y su abdomen suavemente. Había logrado entrar bastante poco hasta ahora, menos de la mitad del largo, así que todavía tenía tiempo de arrepentirse-. ¿Estás seguro de que quieres- cortó mi pregunta con un grito.
- ¡Sólo hazlo! –soltó entre dientes. Sonreí contra la piel de su cuello y lo embestí con toda mi fuerza, provocando que gritara mi nombre cuando entré completamente y mis testículos chocaron contra su carne. Gemí como nunca y apreté su torso contra el mío con las manos mientras mi cadera seguía intentando hundirme más en su cuerpo.
Respiró con dificultad, haciendo eco de mis jadeos, y noté la transpiración en su cuello. Jamás lo había visto transpirar antes. De seguro esto le dolía más de lo que dejaba ver, pero ahora ya era demasiado tarde para evitarlo. Hice que volteara su rostro con una mano para poder besarlo en los labios mientras comenzaba a moverme de nuevo. Su boca parecía distraída con todo lo que estaba sucediendo, así que después de un momento la abandoné y me dediqué a mordisquear el lóbulo de su oreja.
Al principio era bastante difícil siquiera moverme, por la presión, pero después de un par de embestidas comenzó a volverse más fácil. Tragué en seco y aumenté un poco la velocidad, incorporándome de nuevo en mis rodillas y paseando mis manos por su espalda. Esto era el paraíso.
Lo embestí un poco más fuerte y soltó mi nombre mezclado con un quejido profundo. Pude haberme refrenado más, pero en lugar de eso aumenté más el ritmo. Sabía que lo estaba disfrutando tanto como yo. Lo conocía demasiado bien. Después de unos minutos el placer comenzó a volverse amenazante. Lo sentía tan caliente y apretado alrededor de mi miembro, que sabía que no soportaría demasiado en su interior. Pero quería que se corriera conmigo. Quería que lo hiciera mientras estaba penetrándolo.
Lo tomé de los hombros para obligarlo a incorporarse, apretando su cuerpo contra el mío y moviendo las caderas un poco más, casi saliendo completamente antes de entrar de nuevo, una y otra vez. Dejó caer la cabeza hacia atrás, descansándola en mi hombro con los ojos cerrados. Puse una de mis manos en su pecho, pegándolo más a mí, y paseé la otra por su abdomen hasta llegar a su duro y palpitante miembro. A penas lo toqué dio un respingo y su respiración se cortó de repente, indicándome que hacía lo correcto.
Jamás había masturbado a un hombre que no fuera yo mismo, pero pensé que le gustaría lo mismo que a mí, así que comencé con un movimiento lento por todo el largo, rodeándolo con la mano completa y rozando mis dedos con más fuerza a medida que me acercaba a la punta. Gimió con la boca cerrada y luego escondió su rostro en mi cuello, girando la cabeza levemente.
Sincronicé los movimientos de mi mano con los de mi cadera, penetrándolo al mismo tiempo y velocidad, y no tardé en sentir que su corazón se volvía completamente loco, aún más de lo que ya estaba.
- Jack… -susurró, y me moví con más fuerza, arremetiéndolo sin contenerme. Arrugó los ojos y se relamió los labios, así que lo hice de nuevo. Me clavaba en él como mis instintos me lo pedían, con fuerza, como animales. Y no tardé en sentir que se contraía a mí alrededor y su miembro se tensaba entre mis dedos. Mientras lo sentía viniéndose, se inclinó hacia delante de nuevo, como dejándose caer, permitiéndome ver su musculosa espalda mientras lo embestía. Cuando se tensó completamente fue cuestión de segundos para que fuera demasiado para mí. Me vine dentro de su cuerpo, apretándome contra él con toda mi fuerza.
Soltó un gemido muy ronco antes de comenzar a respirar de nuevo, jadeando al igual que yo, intentando recuperar el aliento. Me relajé y apoyé mi cabeza en su espalda, aún lo sentía pulsando y contrayéndose a mí alrededor, y casi no podía respirar por la sensación. Le planté en beso en el centro de la espalda y luego fui subiendo hasta alcanzar la parte de atrás de su cuello. Me gustaba demasiado su sabor. Cuando moví mis labios por su cuello volteó la cara para besarme en la boca, aun jadeando de vez en cuando.
Me alejé muy lentamente, sintiendo cómo me golpeaba el frío al salir de su interior, y me senté en el piso a su lado, apoyando mi espalda en el sillón. Él hizo lo mismo, imitando mi posición. Vi como ponía su mano en su pecho intentando recuperar el aliento, y yo enredé las mías en mi cabello, intentando hacerme a la idea de lo que acababa de pasar. No me arrepentía, todo lo contrario, solo no estaba seguro de cómo asimilarlo. Pasamos casi un minuto en silencio, y luego finalmente hablé, rompiendo el silencio.
- ¿Qué les diremos a los demás? –le pregunté, pensando en nuestro grupo de amigos.
- ¿A qué te refieres? –me preguntó frunciendo el ceño.
- A nosotros.
- Bromeas ¿verdad? No tenemos por qué decírselos ahora si no quieres –dijo soltando una carcajada. No pasé los últimos dos años fantaseando para que ahora tener que decírselo a todo el mundo.
- ¿Dos años? ¿Por qué rayos tardaste tanto? –sonrió de la forma más sexy posible.
- Solo no creí que estuvieras preparado hasta ahora –su tono era tan calmado.
- Pero piensa en todo el tiempo que perdimos –me quejé. Sonrió de nuevo y se acercó a besarme una vez más. Esta vez fue un beso más profundo, más real, que me puso la carne de gallina. Se alejó un segundo para mirarme a los ojos mientras hablaba.
- Pienso que tenemos tiempo de sobra –susurró justo antes de volver a mis labios. Y era cierto. Lo teníamos. Teníamos todo el tiempo que quisiéramos tener.

No hay comentarios: