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lunes, 29 de agosto de 2011

HISTORIAS: NOCHE DE REYES

Mi madre murió cuando yo apenas tenía 12 años. Mi padre y yo nos quedamos solos y la vida no nada fácil para ambos pero él siempre estuvo a mi lado. Me ayudaba en mis estudios siempre que quería oírlo, tenía un consejo para mí cuando lo necesitaba escuchaba mis cuitas jugaba conmigo pero no era un amigo ni un colega, era padre que me corregía cuando era preciso.
Habían transcurrido algo más de cuatro años desde la muerte de mamá una noche, después de cenar, me miró fijamente y me dijo con cara seria:
Miguel, tengo algo importante que decirte.
Me mudó el rostro y todo mi cuerpo tembló por dentro. La última vez que había escuchado aquellas palabras con ese tono de gravedad, había sido cuando me explicó que mamá ya no estaba con nosotros.
Se dio cuenta de mi reacción y de inmediato su rostro se iluminó con una sonrisa. Tranquilo, no te preocupes no es nada grave. Es algo importante para ambos, al menos para mí, y espero que para ti también.
Me serené y continuó hablando pero aquel día mi padre no estaba muy inspirado en su comunicación:
Ya sé que a ti no te van las chicas, que tus gustos son otros.
Sentí el calor subir a mis mejillas y como me iba ruborizando. Intenté hablar pero las palabras no me salían, empecé a tartamudear. Me decía a mi mismo, que como lo había sabido. Era probablemente el único tema del que no habíamos hablado abiertamente posiblemente por qué ni yo mismo lo tenía claro pero parecía que él sí. Nuevamente, al darse cuenta del efecto de sus palabras, volvió a cambiar de tono.
Perdona, no quiero hablar de tus tendencias sexuales. Al fin y al cabo, cada cual es como es y nadie tiene derecho a intervenir en eso. En el fondo, quiero hablarte de las mías, a mi si me gustan la mujeres.
Me salió un suspiro perfectamente audible. Y mi mente se puso a trabajar, yo más relajado. ¿Es Celia, verdad?
Celia es nuestra vecina, al menos 10 años más joven que mi padre. Nos había ayudado mucho y mi padre y ella salían juntos, cada vez más frecuentemente. Yo tenía la intuición de que, últimamente, antes de volver casa, mi padre pasaba por su cama. Mi padre asintió con la cabeza y continuó hablando.
Nos queremos casar pero va a venir a vivir con nosotros de inmediato. Me parece una estupidez esperar a tener los papeles sobre todo si consideramos que vamos a ser padres.
El corazón me dio un vuelco. ¡Iba a tener un hermano y me lo decía así!
Lorenzo, mi hermano pequeño, entró en mi vida de golpe. De sopetón, tenía otra madre y otro hermano y tuve que aprender a convivir y a compartir. Ya tiene 6 años y es una maravilla verlo crecer.
Mi padre rejuveneció, vivía feliz, una segunda etapa feliz de su vida que se merecía sobradamente, y su felicidad era contagiosa.
Este año, el Ayuntamiento y la Asociación de Comerciantes han organizado una cabalgata de Reyes diferente. Repartirán a domicilio la noche de Reyes un regalo por niño, de lo que se haya comprado en la tiendas de la Asociación. Para ello, han contratado jóvenes que, vestidos de pajes, harían el reparto. Incluso, como era nuestro caso, a los que vivían en pisos bajos, entrarían con una escalera por la ventana.
Mi padre me propuso que me apuntara pero aquel día debía estar borde y no quise. Menuda tontería. Además para lo que pagan. Fue mi comentario.
Mi padre no insistió y luego me arrepentí de no haberle hecho caso. Si otros lo hacían por mi hermano podía haberlo contribuido yo también. Sin embargo, al final la noche no fue tan mal.
Habíamos acabado de cenar y Lorenzo estaba muy nervioso esperando al paje. Había ido a la cabalgata y fabulado sobre como sería la entrega y el paje de que Rey vendría a visitarlo. Los dejé en el cuarto de estar y me marché a mi habitación. Tumbado sobre la cama, en calzoncillos, ojeaba una conocida revista gay. En eso oí un golpe en la ventana.
Me levante y vi, a través del cristal, al paje golpeando la ventana. Le abrí y entró.
Joder, tío, podías haber estado más al tanto. Hace un frío de cojones y con esta ropa.
Me miró de arriba abajo y siguió.
¿No eres un poco mayorcito para esto?.
¡Gilipolla!. Es para mi hermano y te has equivocado de ventana. Exclamé algo cabreado.
El paje me miraba de arriba abajo, parecía desnudarme con la mirada. Su mirada se posó sobre la revista que había sobre la cama.
Vaya, vaya. Intuyo que tenemos gustos parecidos.
Mientras hablaba se me había acercado tanto, que podía sentir su aliento en el cuello. No podía negar que era un bomboncito y que me estaba poniendo cachondo. Las ajustadas mallas que llevaba marcaban un culito maravilloso y un paquete muy prometedor. Desafiante acercó sus labios a mi boca y yo acepté el reto besándole. Me lo hubiera comido.
¡Me vas a correr el maquillaje!. Dijo, separando la cara.
¡Otra corrida te provocaría! Le respondí llevando mi mano a su entrepierna, tanteando su polla en visible erección. ¡Te pongo cachondo, eh!.
¡Y yo a ti! Añadió metiendo su mano bajo mis calzoncillos. El roce de sus dedos, me arrancó un gemido y lo atraje contra mí acariciándole el culo.
Te la metería por este culo que tienes y sabrías lo que es un polvo salvaje. Le murmuré al oído.
Volveré a comprobarlo, cuando acabe esta chorrada. Llévame con tu hermanito.
Se separó, se arreglo la ropa y se atusó levemente el pelo. Lo guié hasta donde estaba el resto de la familia.
¡Lorenzo, mira quién ha venido!
A mi hermano se le iluminó el rostro y se acerco dubitativo al paje. El paje se inclinó para poner a la altura de Lorenzo y su culo quedó terso y redondo a la altura de mi polla que me dio un pinchazo haciéndome estremecer. Mi padre se dio cuenta y se sonrió haciéndome un gesto con la cabeza. Se acercó al oído de Celia, señalando discretamente con el dedo el culo del paje. Celia me echó una mirada desaprobatoria pero no podía contener la risa.
El paje le hizo a mi hermano un par de preguntas y le entregó el paquete que traía para él. Se lanzó sobre él y lo abrió.
Volvimos a mi habitación pero Lorenzo se empeñó en acompañarnos para verlo marchar por la escalera pero mi padre y Celia se quedaron en el comedor riéndose de mí.
Hasta luego. Me susurró al oído, antes de salir por la ventana.
Lorenzo se fue enseguida a la cama y mis padres y yo acabamos de colocar los regalos. Me fui a mi habitación y ahora era yo el que estaba nervioso esperando al paje. No tarde demasiado en oír un leve golpe en la ventana. No había nadie y miré a la calle, allí estaba.
Ábreme, he tenido que devolver la escalera. Salí de mi habitación, descalzo y andando lentamente evitando hacer ruido. Al pasar por la puerta de la habitación de mis padres, escuché los gemidos de Celia. Era claro que estaban echando un polvo.
Abrí la puerta de la calle y le hice pasar indicándole que no hiciera ruido. Al pasar por delante de la habitación de mis padres, también escuchó lo que pasaba dentro.
¡Que fiesta se están dando tus viejos!. Tu padre debe ser una máquina follando. ¡Qué envidia me tu madre!.
No es mi madre. Ella murió cuando era pequeño.
Perdona, no lo sabía.
Al cerrar la puerta de la habitación, me lancé sobre él besándole con pasión. Él respondió de la misma forma y empecé a desnudarlo. Espera, que he de devolverla, no se vaya a romper.
Mientras se desnudaba y dejaba la ropa sobre una silla, yo hice lo mismo y le esperé desnudo sobre la cama. Se tendió junto a mí y empezaron las caricias y los besos por todo el cuerpo. Sus pezones pequeños, coronaban unos pectorales fuertes, que me harte de besar y lamer. Su piel suave e hirsuta me proporcionaba una tibia sensación en todo el cuerpo. Mis caricias en el culo y los huevos le hacían gemir y estremecerse. Con sus carnosos labios recorrió todo mi cuerpo trasmitiéndome su deseo y excitación. No pude detenerle más y empezó a lamerme la polla y los huevos. Hizo que mi glande húmedo y terso recorriera cada centímetro de su suave tez y finalmente le hice girarse hasta que su sexo toco mi boca.
Cada uno chupaba la verga del otro sin prisa, lentamente, recorriendo con la lengua cada punto sensible. Abandoné su sexo y me lengua tanteó la entrada de su ano. Gimió con fuerza y me animó a seguir por ese camino. Un intenso beso negro le hizo soltar mi sexo.
¡Más. Más!. ¡Así, así! Exclamaba entre jadeos. ¡Fóllame! ¡Métemela de una vez!
A gatas sobre la cama, me ofrecía su culo, como lo había hecho al entregar el regalo a Lorenzo. Su polla erecta entre las piernas parecía un ariete y la acaricie mientras ponía lubricante en su ano y mi polla.
Penetré en él limpiamente, sin ningún tropiezo. Era obvio que no era el primero en transitar por ese corredor. Sin embargo, su polla perdió fuerza y quedo oscilante, casi flácida. Te he hecho daño, ¿quieres que pare?. Le pregunté al oído frenando en mi avance.
No, en absoluto. Es fantástico sentir tu polla penetrándome. Siempre me pasa esto cuando me penetran pero ya verás como enseguida vuelve a estar como antes. Seguí follándole a la vez que acariciaba su polla que mantenía entre mis dedos.
¡Olvídate de mi polla!. Sólo fóllame.
Tus deseos son órdenes. Con mis manos en sus caderas, inicié un vaivén rítmico pero pausado. Él gemía, jadeaba y hacía ondular sus caderas. Yo sudaba y me mordía el labio cada vez que sentía las contracciones de su ano sobre mi verga.
Cambiamos de postura. Él boca arriba, con las piernas sobre mis hombros, yo sobre él, me inclinaba para besar su boca mientras nuestros gemidos llenaban el aire de la habitación. Su polla estaba otra vez erecta, como un obelisco marcando el camino del cielo. La acaricié, babeaba, el líquido seminal fluía desde el glande a la base de la polla mojando el pubis y cubriéndolo toso de una pátina brillante. Todavía no, no me toques. Sólo quiero sentir tu polla en mi culo, vivir exclusivamente que me estás follando.
Asentí y seguí penetrándole. Unas veces con golpes secos y profundos, a los que respondía con un intenso gemido y una contracción de su polla otras veces con un movimiento rítmico y acompasado, frente al que cerraba los ojos, jadeaba moviendo la cabeza a uno y otro lado, y sentía el estremecimiento de todo su cuerpo.
Sentí que me corría, que no aguantaba más y así se lo dije. ¡Aguanta, por favor!. Gritó con voz entre cortada, mientras empezaba a masturbarse.
No necesito más que dos movimientos con su propia mano para correrse. Un geiser blanco y viscoso, salió disparado alcanzándome en la cara. Los siguientes disparos salieron con menos fuerza y fueron cayendo sobre su pecho y yo me corrí en una embestida.
Estábamos empapados de sudor y semen pero no me atrevía a ir a la ducha. Abrazados y en silencio, nos dormimos. Me despertó un cosquilleo en la entrepierna abrí los ojos y la luz del día empezaba a filtrarse por la ventana. Entre mis piernas, me miraba con ojos pícaros y lujuriosos, mientras mi verga se deslizaba entre sus carnosos labios.
Anoche no pude llegar a descubrir como sabe tu semen "recién ordeñado". ¿Sabias que cada hombre sabe diferente?
Le dejé hacer, era un despertar muy dulce y me estaba haciendo una mamada de ensueño. Estaba claro que quería que me corriera en su boca, así que me abandoné al placer, le dejé que controlara la situación. Su lengua, sus labios, el calor húmedo de su boca, todo era de ensueño. Con sus dedos tanteó la entrada de mi ano y separé un poco las piernas para facilitarle la tarea. Al ver que le seguía, colocó una almohada elevándome el culo mejorando la penetración de sus dedos.
El masaje interno y la mamada simultánea estaban produciendo su efecto. Sentía el líquido seminal fluir por mi polla y su boca recogiendo el fluido. Me corría sin remedio y no hice nada por evitarlo. El orgasmo fue tremendo, con el cuerpo arqueado, mi polla escupía semen que, mezclado con saliva, escapaba de la boca de mi amante por la comisura de los labios, que se negaban a soltar su presa. Gritaba y me agitaba como un poseso y ninguno de los dos nos dimos cuenta de que se había abierto la puerta de la habitación y Lorenzo, había entrado entre exclamaciones.
¡Tete, tete! Ven a ver que nos han traído los Re…!
Se había quedado con la última palabra en la boca, miraba la ropa del paje sobre la silla, la figura que estaba entre mis piernas y como yo gritaba. No comprendía nada y salió corriendo.
¡Papá, papá! ¡Corre, corre! ¡Ven, ven! ¡El paje de anoche está mordiendo a Miguel en la tita! ¡El tete no para de gritar! ¡Le debe doler mucho!

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