Busca lo que quieras desde este blog

sábado, 11 de septiembre de 2010

HISTORIA: El gitano del bañador

Veréis, yo curro en una tienda de deportes, de estas enormes que lo mismo tienen botas de fútbol que palos de golf. Yo estoy de asistente-reponedor en la zona de natación, donde están los gorros de plástico, las bombonas de oxigeno para submarinismo o los bañadores, entre otras muchas cosas. Al principio es un lio con todo lo que ahí, pero en un par de semanas acabas por saber donde está todo.
Una de mis tareas es vigilar la zona de los probadores, para que la gente no se lleve puesta ropa que no es suya o para que no metan más prendas de las permitidas. Los sábados es una tarea casi imposible, pero entre semana suele estar la cosa tranquila y no hay muchos problemas. Generalmente suelen crearlos o la gente joven o los gitanos, que siempre te salen con historias raras y te acaban robando algo o montándote un número.
Lo que me ha ocurrido está relacionado con los gitanos, aunque no precisamente con el tema de los robos, sino con otro distinto, el de sus diferentes costumbres y su manera de ser.
Al ser lunes y encima final de mes, la tienda se ha tirado todo el día vacía. Generalmente hacemos 5.000 o 6.000 euros de caja, y hoy no hemos pasado de los 2.500, lo que da una muestra de lo que ha sido el día. Yo me he dedicado a colocar mi zona, que estaba un poco abandonada, pero otros compañeros se han aburrido un huevo. De todas formas, yo me lo he pasado bien por otros motivos.
Eran las cuatro y media o así, y en la tienda no habría más de diez o quince personas, con lo que estaba prácticamente solitaria. Yo estaba colocando unos bañadores nuevos que nos han traído cuando ha venido un señor de unos 50 años preguntando por bañadores para su hijo. El chico estaba mirando no se que, y hasta que no ha llegado no le he podido aconsejar. Padre e hijo eran gitanos, pero no daban ningún tipo de mala impresión, parecían muy educados, pidiendo todo por favor y eso.
Aun así, el chico tenía pintas de ser el más duro de su barrio, con un par de pendientes en la oreja izquierda y el pelo muy negro y un poco largo, acabando en una coleta desaliñada. Llevaba una camiseta del Atleti de hace tres o cuatro temporadas y unos vaqueros raídos a la última moda, y remataban el conjunto unas deportivas Nike Shox Cog Id naranjas y negras bastante horteras, por cierto.
La verdad es que no sabían lo que iban buscando, querían un bañador que no fuera muy caro, pero que le gustara al chico, y a este solo le gustaban los de marca, que pasan todos de los 30 euros. El padre no quería gastarse tanto, y como no tenía nada mejor que hacer, les he estado sacando modelos un buen rato. Al final se han quedado con tres que le gustaban y no eran demasiado caros. Como no sabían la talla les he dicho que se los probara, y claro, me han hecho caso.
He dado por hecho que se irían a los probadores, pues el chico debía tener doce o trece años y a esa edad ya da corte desnudarse en público, pero cuando me he querido dar cuenta el chaval se estaba desabrochando los vaqueros en mitad de la tienda. No había nadie por allí, pero de todas maneras les he indicado que fueran mejor a los probadores. Como el padre ha visto que estaban bastante lejos, le ha dicho al chico que daba igual, que yo no me iba a asustar y de paso les daba mi opinión. Me ha dado algo de apuro, pero todo sea por contentar a los clientes...
Lo más gracioso del tema ha sido que el chico no se ha conformado con quitarse solo los vaqueros, sino que se ha bajado también los calzoncillos y se ha quedado en bolas de cintura para abajo con toda la naturalidad del mundo. No he podido evitar fijarme en su polla, algo grande para la edad que aparentaba tener y muy oscura, casi parecía la de un negro. Solo tenía una mata de pelo negro y muy rizado sobre la base, y los huevos le bamboleaban mientras se subía el primer bañador.
Le quedaba un poco justo y no había tallas más grandes, así que ha tenido que probarse el segundo. De nuevo el mismo procedimiento, pantalón abajo y picha al aire, y otra vez no he podido evitar echarle una mirada a su polla mientras se lo ponía. Este le sentaba mejor, pero el padre le ha insistido en que se probara el tercero también, pues era cuatro o cinco euros más barato, aunque era blanco y les he advertido que podía clarearse un poco con el agua.
Al final se ha llevado éste puesto, no sin antes quitárselo otra vez para poder cobrárselo. El chico se ha dado cuenta de que no le quitaba ojo, pero no ha dicho nada, ni su padre tampoco. Yo me he quedado recordando la anécdota un buen rato, y no hubiera tenido mayor importancia de no haber sido por lo que ha ocurrido un par de horas después.
Aún seguía recordando al chico desnudo, y ya estaba planeando cascarme una paja a su salud al llegar a casa cuando me le he vuelto a encontrar por mi sección. Venía él solo, con el bañador que se había llevado puesto y otro modelo distinto en la mano, y se ha acercado al mostrador para explicarme que a su madre no le había gustado que fuera blanco porque se le iba a transparentar todo, y que quería cambiarlo por otro. Me ha dicho que quería probárselo, y que si por favor podía acompañarle a los probadores porque no sabía si le iba a quedar bien y le daba corte cambiarse en mitad de la tienda porque ahora había algo más de gente.
Diría que me ha guiñado un ojo a la vez que me explicaba todo aquello, pero no he querido darle importancia, pues no me cabía en la cabeza que un chaval tan joven me estuviera tirando los trastos. Me he ido con él por si podía volver a verle desnudo, no lo voy a negar, pero no me esperaba que pasara nada raro. Cuando me ha insistido en que pasara con él al cubículo he empezado a sospecharme algo, pero pensaba que eran imaginaciones mías.
Nada más entrar se ha quitado el bañador que llevaba puesto, y de nuevo se me han ido los ojos a su aparato. La tenía algo morcillona, y al ver que no la perdía de vista me ha preguntado en un tono bastante amenazador que si era maricón, porque no dejaba de mirarle la polla. Reconozco que me ha dado algo de miedo, aunque yo sea ya mayor de edad y le sacara una cabeza, pero a lo mejor llevaba una navaja y le daba por hacer una tontería.
Siempre dicen que la mejor defensa es un buen ataque, así que he optado por lo fácil: decir que no, pero halagarle diciendo que es que la tenía muy grande para su edad, incluso más grande que la mía, y que por eso se la miraba tanto. El chico se ha calmado un poco, y sin prestar el mínimo caso al otro bañador, me ha pedido que se la enseñara para ver si era verdad que yo la tenía más pequeña. Ambos sabíamos como iba terminar aquella conversación, así que me la he sacado yo también para seguir con el juego.
Yo estaba en lo cierto, y el chico se ha quedado muy orgulloso de su herramienta, sujetándola con fuerza y acercándola a la mía sin llegar a tocarla. Cuando le he pedido que se probara el otro bañador, me ha dicho que me dejara de gilipolleces y que se la chupara, que venía muy salido. No ha tenido que pedírmelo dos veces, en un momento me he arrodillado ante él y me la he metido en la boca de un golpe. Aún no la tenía dura del todo, pero al sentir el calor de mi boca se le ha puesto rápido como una piedra.
El sabor no era muy agradable, pero a mí ya me daba todo igual. El gitanillo me agarró la cabeza y comenzó a follársela a lo bestia, sin apenas dejarme respirar. Supongo que no era la primera mamada que le hacían, pues además de aguantar bastante rato, marcaba bien el ritmo de sus embestidas y para un poco de vez en cuando para que ambos recobráramos el aliento.
Al cabo de un rato le he pedido que me dejara hacer a mí, que le iba a gustar más. Sin estar muy convencido, se ha sentado en el taburete que tenemos en los probadores y ha puesto las manos sobre su nuca, como dándome a entender que podía chupársela como quisiera. Como no debía quedarle ya mucho y yo tampoco podía entretenerme demasiado rato, he optado por agarrarle la polla con una mano y con la otra acariciarle los huevos, muy suaves al no tener apenas vello. Mientras tanto le lamía el frenillo con la lengua, y el chaval no paraba de gemir cada vez más fuerte.
Para terminar de rematar, he intentado bajar la mano y acariciarle la entrada del ano, algo que a mi me vuelve loco a la hora de correrme, pero al hacerlo me agarró del pelo diciendo que ni de coña, que él no era maricón y que no le tocara por ahí. No tenía ganas de enfadarle, así que he parado y me he puesto a chupársela muy deprisa para que se corriera. Mi idea era aguantar hasta el último momento y luego pajearle hasta que se corriera, pero el gitano me ha agarrado la cabeza en cuanto ha notado que le venía, y me ha agarrado la cabeza hasta que me ha llenado la boca de lefa. No era muy abundante, pero lo suficiente para hacerme toser mientras trataba de escupirla en el suelo.
Antes de que pudiera reponerme, el chaval se ha subido el bañador, que aun llevaba por los tobillos, y me ha dicho que al final se llevaba ese, que el otro no le gustaba mucho. Yo tenía alguna esperanza en que me devolviera el favor, pero no ha sido así, y el chico se ha largado antes de que me diera cuenta. Yo estaba con un calentón de cojones, nunca mejor dicho, así que me he hecho una pajilla rápida antes de volver a mi zona.
Creo que nadie se ha dado cuenta de mi ausencia, pues dudo que hayan sido más de diez minutos, y al haber poca gente no hacía demasiada falta. Aun así, Mónica, la chica que se encarga de los probadores me ha comentado al salir que se había encontrado restos de semen en uno de los cubículos, aunque según ella había sido una pareja de novios que se había entretenido mucho probándose un chándal. Si ella supiera...

No hay comentarios: